En 2022, comencé a sentir un cosquilleo por dentro. ¿Y si me clasifico para los Juegos Olímpicos de París 2024? Esa posibilidad se dibujaba en el horizonte, y aunque no la miraba directamente a los ojos, sabía que estaba ahí, esperándome.
Esta edición de las olimpiadas sería especialmente mítica para los surfistas, ya que se celebraría en la legendaria ola de Teahupo’o, en Tahití. Para quienes no la conocen, esta ola está en el top 3 de las mejores del mundo, si no es la primera. En ese momento, se me ocurrió una idea: propuse a ION, uno de mis patrocinadores, realizar un proyecto audiovisual en Teahupo’o. No solo era el sueño de todo surfista, sino que además podría ser un entrenamiento crucial para una cita importante que tendría lugar dos años después. Afortunadamente, ION aceptó, y pude hacer realidad ese viaje. El resultado fue increíble. (Os dejo aquí dos vídeos del viaje: uno en la ola y otro más allá de la ola).
Pero, claro, no se llega a unas olimpiadas simplemente surfeando. Las plazas están muy disputadas y el camino es largo. Me puse manos a la obra, esforzándome un poco más cada día, ajustando mi mente, mi físico y mis tablas con la ayuda de mi equipo. Sin darme cuenta, me encontraba luchando por un puesto en la selección nacional que disputaría el preolímpico en Puerto Rico. Y, cuando me di cuenta, estaba allí, en Puerto Rico, disputando las últimas plazas olímpicas.
Y luego sucedió: el presidente de la ISA me entregó mi billete a París 2024. Fue, sin duda, uno de los mejores momentos de mi vida. Lo disfruté al máximo, rodeado de mi equipo y amigos, celebrando juntos este logro inolvidable.
Sin embargo, ya puestos, quería más. Me esforcé al máximo y conseguí un 6º puesto en el mundial preolímpico de Puerto Rico, un resultado decisivo para obtener una buena clasificación de cara a las olimpiadas. Este logro me permitió vivir una experiencia soñada por cualquier surfista: ir a Tahití para aprender a surfear y competir en la ola de Teahupo’o.
Quiero agradecer especialmente a mi amigo y mentor, Aritz Aranburu, por la organización y realización de estos viajes tan importantes para mi preparación, así como al Basque Team y al Consejo Superior de Deportes, sin cuyo apoyo estos viajes no habrían sido posibles. Todas estas aventuras, previas a las propias olimpiadas, fueron experiencias increíbles que me permitieron seguir creciendo tanto como persona como surfista.
Finalmente, llegó el día de mi viaje a Tahití para competir en las olimpiadas y convertirme en el primer surfista olímpico español. Estaba nervioso, sí, pero también motivado y tranquilo, listo para disfrutar de la experiencia. Cumplía un sueño de niño al competir en Teahupo’o junto a muchos de mis surfistas favoritos, y un sueño de adulto al convertirme en olímpico, alcanzando una de las mayores plataformas del deporte a nivel mundial.
No os voy a mentir, me hubiese encantado seguir avanzando rondas, pero no cambio por nada mi primera experiencia olímpica. Otra de las vivencias que más destaco es haber estado en París, en la Villa Olímpica, junto a todos los atletas, y haber presenciado sus actuaciones en el estadio donde se realizaron las pruebas de atletismo. Fue increíble. Me removió por dentro ver cómo los atletas cumplían los sueños por los que habían luchado y sudado durante cuatro años. Puro respeto y admiración.
Así, concluí mi primera experiencia olímpica, llevándome recuerdos y aprendizajes que atesoraré para siempre.